miércoles, 11 de febrero de 2009

Tomando café



Esta tarde vino una amiga a tomar café, soledad y María, se sentaron tranquilamente en el porche de su casa, el humeante aroma del café inundaba casi toda la calle, a ambas les gusta fuerte con sabor, con olor, con el aroma que tiene que tener un café, su soledad muy elegante se sentó en la silla al lado de la suya, ni tomando café la dejaba sola, delicadamente cogió la servilleta y la reposo en su regazo, María la sirvió.

-¿Azúcar?- le pregunto.
-Dos por favor.

Una vez servidas ambas, María se acomodo, se echo una buena taza, con otras dos cucharaditas de azúcar, reposo su espalda en el sillón del porche y miro hacia la belleza del mar que se veía esplendido ante sus ojos, la soledad curiosa miro hacia alli, y volviendo su mirada hacia ella le susurro.

- Él no piensa en ti.
- Lo sé. 

No sin torcer la boca enfurruñada, ¿Quién se pensaba que era ella para meterse así en sus pensamientos? Ese mágico azul comenzaba a llevarla hacia un azul mas claro, el de un amanecer de un día de julio.
Asintiendo con la cabeza, su soledad dejo de mirarla unos segundos. El tiempo justo de coger un poco de bizcocho.
María vio como se llevaba un trozo a su boca y en ella vio la de él cuando lo hacia, mmmm volvió a ver su boca, la que sabia al ácido dulce de las naranjas, la que hacia derretirse como nadie lo había hecho nunca, la que transportaba sus labios a un fuego de sensaciones que envolvía todo tan solo con acércalos y tenerlos a dos centímetros de su boca.

-Él no piensa en ti.
- Lo sé. 

¿Por qué esta maldita soledad hacia que tuviese alucinaciones, recuerdos si después la mataba diciendo realidades?
Tomo un sorbo de café y ella le siguió, el cielo comenzó a volverse gris aunque la tarde era apacible, no se movieron del porche, era simplemente bello ver como el mar tornaba su color en una misma tarde, donde antes azul fue lentamente transformándose en un gris claro, en calma tranquilo, como el anticipo de una tempestad parecía una onza de plata pulida.
Una brisa de aire llego hacia la cara de María, cerrando los ojos respiro hondo, el olor a salitre a yodo, a mar, ese olor… continuó con los ojos cerrados la imagen de él la primera noche juntos en el bar del puerto, la brisa en el aire del mes de octubre, la música de Sade y el movimiento de su boca al hablar, estaban tan juntos que su aliento llegaba hacia ella provocando caracolas de placer que bailaban a un compás hasta entonces desconocido, deseaba con todas sus fuerzas estar entre sus brazos y aunque la espera era perfecta la sensación de no poder decir vamos… la maldita timidez…

-Él no piensa en ti.
-Lo sé.

¡Maldita sea! un sabor salado llego hacia la comisura de sus labios, se que él no piensa en mi se que no ha vuelto a pensar en mi no necesitaba que ella la machacase con todas sus fuerzas, aun así la seguía  mirando sin ninguna compasión, una mirada hueca, vacía, metía el dedo en la llaga apretando cada vez más, pues si bien le decía realidades también hacia que recordase ese tiempo que pretendía algún día que solo llegase a ser un bello sueño de amor.
Comenzó a llover, María sonrió en ese momento pensando que ella, su soledad, se fuese a resguardar de la lluvia, pero no fue así, no tenía ninguna prisa, solo bebió el último sorbo de café y se quedo mirándola.
Mientras María también inmóvil, como si una gran cuerda la sujetase a la silla quería que la lluvia que caía arreciase aun más, quizá las frías gotas le hiciesen salir pensamientos, que la furia de la tormenta hiciese salir de su alma tantos desengaños el sabor de su boca, el olor de su cuerpo, el tacto de sus manos, la unión de su piel.

-No saldrá de ti. Comento su soledad
-Lo sé. Respondió María resignada.

Cuando una mujer que tiene que decir mucho, no habla, ese silencio, es atronador.

María

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta el relato. Es muy bueno (a mi entender) y real, cuanto más calla una más tiene que decir.Besos
anamorgana