Tarde gris, color pre otoñal adorado, fascinante, melancólico.
Entre mi nostalgia y yo llevamos toda la tarde una lucha encarnizada, no quiero revivir momentos, no quiero volver a mi vida, demasiadas cosas hacen que ahora tenga miedo a todo, a sentir, a soñar, a vivir…
Necesito un poco de la inocencia que tenia antes, la que arrancaron de mis manos, la que me duro hasta hace poco, donde creía en el amor, la buena fe de la gente, en sentimientos…
Ahora todo se torna madurez, la fuerza de los palos recibidos me han hecho suspicaz y derrotista.
No hay en mi armario mas que cajas de soledades, que se van tornando amarillas con el paso del tiempo, que me piden a gritos que las saque, las sacuda un poco y las vuelva a llevar a su acondicionado sitio, irónicas buscan mi punto débil para volver a asomar, darme una buena bofetada que, a veces, hasta me tira al suelo dejándome hundida varios días y estoy cansada de sentirme así.
Reclamo mi inocencia, jugar como cuando era niña fascinarme por las cosas que vea, disfrutar dulcemente con “alguien especial” y navegar por mares limpios brillantes.
Volar mecida entre gasas suaves ondeando al viento, cobijarme en unas manos abiertas que me enseñen a recordar los juegos, las miradas sutiles, la “seducción” inocente y armónica del día a día, la que me gane, con la que disfrute, la que me haga recuperar vivencias sin mirar con rencor el pasado, la que me haga ir sacando las espinas clavadas, esa es al inocencia que necesito, la que añoro.
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